jueves, 5 de febrero de 2009

La alfalfa para los conejos

En mi casa criamos gallinas y conejos, pero sólo da para la familia. Mi madre, cada vez que va a la capital, a ver a mis hermanos, les lleva caldo de gallina, huevos y conejo con tomate frito.

A las gallinas les damos de comer afrecho; mi madre lo hace con el pan duro, que iba sobrando de las comidas. Para los conejos, un primo de mi padre que vive en un cortijo, junto al Nacimiento, nos daba un saco de alfalfa cada tres días, a condición de que se fuera por ella. Conseguí de mi padre, que me dejara ir al cortijo. Son cuatro kilómetros, que los hago en bicicleta, preferiblemente al atardecer, pues la alfalfa está recién cortada y muy fresca.

Los sábados, para que me quede la tarde libre, voy al mediodía. Pero todavía no está el hombre que la corta, y Diego Carrión me deja usar la guadaña. Pero siempre le tengo que rogar al primo de padre, pues no se fía mucho de mí, y teme que me corte o rompa la guadaña.

El saco, lo aprieto todo lo que puedo, casi siempre en demasía. Pero como nos tiene ofrecido un saco, ¿qué voy a hacer?, ¡llenarlo!. No tengo portamantas en la bici y coloco el saco sobre el manillar, y claro me cuesta mucho trabajo poner los pies sobre los pedales, de ancho que es el saco. En la cuesta echo sudores, pero luego bajo embalado. Las curvas, suelo ir rapidillo, las tomo inclinando el cuerpo un poquito, pues el manillar no lo puedo girar, por culpa del saco.

Los conejos, al oler la alfalfa recién cortada, se ponen muy contentos cuando aparezco por el postigo.

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