jueves, 5 de febrero de 2009

El indiano: el tío de mi padre

Eran las dos y media de la tarde. Estábamos terminando de comer, pues dentro de poco llega Patilleas con el coche, para llevarme a coger el tren. Me voy de campamento a Pedro Abad, Córdoba. Todo el mes; mi padre quiere que el curso próximo estudie Bachillerato con los Salesianos.

Llaman a la puerta. Voy y abro yo. ¡Hola pibe!, ¿está su padre?. Me quedo alelado.¡Qué alto es el hombre!. Despierto.

¡Papá, un hombre pregunta por ti!. Mi padre se levanta de la mesa, y abraza al extraño. Así permanecen los dos mucho rato, abrazados. Sus ojos están húmedos. Se separan y se miran de arriba a abajo. Mi padre le presenta a mi madre, a mi abuelo, a mí y a mi hermana, somos los más pequeños.

El extraño resulta ser un tío de mi padre, bueno, primo hermano de mi abuelo. Cuando comenzó la guerra, la civil quiero decir, emigró a la Argentina. Allí se casó, pero ahora es viudo y dice que tiene varios hijos, pero que ellos no lo quieren mucho. Nos cuenta muchas cosas de América.

¡Uf!, se oye un coche en la puerta. Ya está aquí Patilleas. Recojo mi maleta, y me dirijo a la puerta. Mi padre, por no hacerle un feo a su tío, deja que mi madre me acompañe al tren. Por el camino me cuenta, otras cosas del indiano. Parece ser que viene al pueblo, para que lo despene algunos de sus sobrinos. Ya le había escrito a mi padre muchas veces, y mi padre le contestaba. Si, era muy bueno escribiendo cartas; su oficio y tener los hijos desperdigados por esas tierras de España, le hizo amar las epístolas.

A la vuelta del campamento me contó mi madre, que el tío de mi padre se tuvo que volver a la Argentina, pues uno de sus hijos se puso enfermo. Al mes se murió, ¡el pobre!, el tío de mi padre, lejos de su pueblo. Mi padre se tiró varios días muy serio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario