sábado, 7 de febrero de 2009

La Alberca de Maturrín

A finales de Junio, cuando acaban las clases, mis amigos y yo nos vamos en bicicleta a la alberca de Maturrín. Maturrín es un cortijo que está a tres kilómetros del pueblo. La carretera es de tierra y tiene muchos chinos, y las cunetas son anchas. Ya el verano pasado, emulando a Eddy Merckx, resbalé con los chinos y me caí al suelo; tenía tantos arañazos, que mi madre me tuvo que meter en un lebrillo, y echarme encima alcohol rebajado con agua.

Yo todavía no se nadar, y la alberca es profunda, pero mis amigos se llevan una goma de la rueda de un tractor, pero de las pequeñas, y con ella nos metemos en el agua. Cuando nos volvemos para casa, siempre paramos a la vera de la carretera, para coger moras de los árboles. Una vez a la semana, recogemos hojas para los gusanos de seda.

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